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Jueves, 1 de Enero de 2004 - Irlanda presidirá la UE con más pragmatismo para encauzar el debate. Se acabaron los fastos romanos, los chistes, las invectivas del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, y la dejación de neutralidad de la presidencia saliente

ABC.-
Amadeu Altajaf .- La nueva presidencia semestral de la Unión Europea (UE), que será representada por Irlanda, se presenta con la calma y con el pragmatismo necesarios para volver a situar a una Unión desquiciada y dividida sobre sus raíles.
Se acabaron los fastos romanos, los chistes y las invectivas del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, la dejación de la neutralidad presidencial y la improvisación permamente que caracterizaron el semestre anterior. Con el resultado bien sabido: el fracaso de las negociaciones para aprobar una Constitución Europea, la violación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento para mantener la disciplina fiscal y económica del euro y la aprobación de una «iniciativa de crecimiento» de corte keynesiano para la que nadie sabe a ciencia cierta de dónde saldrá el dinero necesario para tanto ferrocarril, puente, proyecto espacial o túnel como se ha proyectado para reanimar la alicaída economía de los socios.
El primer ministro irlandés, Bertie Ahern, se ha puesto el delantal con humildad y ha empezado a recoger los platos rotos. Los de la Constitución, para empezar: primero, dejando que las aguas se calmen, luego interesándose con todos y cada uno de los gobernantes de la Unión Europea sobre cuáles son sus intereses vitales a los que no están dispuestos a renunicar y, en la próxima cumbre de la UE en marzo, haciendo un informe de síntesis en lugar de una propuesta que podría reabrir las heridas.
Poco más podrá hacer en este terreno, atendiendo al calendario: elecciones legislativas en España en marzo y las europeas en junio, las primeras en que participarán los diez nuevos socios de la Unión. La síntesis que haya podido realizar una presidencia a priori más neutral que la italiana pasará luego a manos de la siguiente presidencia semestral, Holanda, que sí espera concluir la tarea de dotar a la Unión de su primera Constitución.
Durante la anterior presidencia holandesa de la Unión, sin embargo, ya se negoció a trancas y barrancas una primera reforma del Tratado que concluyó con un acuerdo de mínimos y un cierre en falso que no hizo más que aplazar los capítulos más delicados. Un acuerdo cuestionable que, en buena parte, también estuvo provocado por la inflexible dureza con la que los Países Bajos presidieron la negociación.
Ingreso de los nuevos socios.
En el calendario de la presidencia irlandesa ocupa un lugar destacado el 1 de mayo, fecha de ingreso de Polonia, República Checa, Hungría, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Eslovaquia, Malta y un todavía dividido Chipre. Ahern quiere resaltar el carácter de celebración y de reencuentro histórico de un continente demasiado tiempo dividido y por eso ha convocado a jefes de Estado y de Gobierno a una cumbre festiva en Dublín. Después de la que les ha venido cayendo encima a polacos y otros vecinos del Este por parte de Francia y Alemania, hace falta un poco de entusiasmo para detener el euroescepticismo creciente en algunos de ellos.
A las grandes y azarosas inversiones en infraestructuras, energía e investigación propugnadas por la presidencia italiana, su sucesora irlandesa contrapone un programa más realista con un objetivo bien claro: «empleos, empleos, empleos». Su agenda incluye avanzar en la liberalización y flexibilización de sectores clave como los mercados laborales, la energía y los servicios financieros y postales, con la agenda de Lisboa como guía de trabajo para acercar a la UE al pleno empleo en 2010. Y no deja de tener mérito recuperar ahora la agenda de Lisboa, aprobada con unánime entusiasmo, para lograr el pleno empleo en Europa en el horizonte del año 2010 gracias a una política liberal, que pasaría por la privatización de sectores clave como la Energía y los Transportes o la incorporación de las nuevas tecnologías.
A imagen del modelo que tantos frutos ha dado a la economía irlandesa, una de las más dinámicas de la Unión, Ahern añadirá a las reformas citadas un mayor control de los intentos de la Comisión Europea de endurecer las reglas de juego para las empresas europeas. En particular, no es un secreto que intentará diluir la legislación propuesta por la Comisión para el sector químico.
Pacto de Estabilidad.
En cuanto al Pacto de Estabilidad, pese a que estuvo en la mayoría que secundó a Francia y Alemania en su desafío a la norma, sobre la que hasta ahora se ha basado la buena salud del euro por más que los agoreros se han empeñado en lo contrario, Irlanda no quiere que durante su semestre europeo se desmantele un instrumento que considera útil y prefiere mantener la presión sobre París y Berlín para que regresen a la disciplina presupuestaria, aunque sea en cómodos plazos.
Después de todo, ésta es la dinámica que ha servido para que, si bien el Pacto no haya podido aplicarse con todo su rigor, tampoco haya sido totalmente arrinconado. La mera circunstancia de que se mantenga vivo el debate no evita que Alemania viole la norma que impide tener un déficit mayor del 3 por ciento del PIB, pero al menos procura que se dispare el desequilibrio presupuestario muy por encima de ese techo.

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